10 alcachofas enteras
1/2 vaso de vino blanco
1/4 tomate triturado
1 cebolla
4 dientes de ajo
3 hojas de laurel
Limón
Aceite
Sal
Es un plato sencillo en su preparación y muy agradecido porque además de estar riquísimo, se puede dejar hecho y tener en la nevera un par de días. Esta es una receta para remangarte y usar los manos jaja; hay a quien le da pereza comerlas porque se van deshojando las alcachofas, pero a mí me encanta porque saboreas cada hoja extrayendo su carne hasta que llegas al corazón que es lo más rico. En cualquier caso, se podría elaborar la misma receta solamente con los corazones, pero os recomiendo que compréis más.
Cortar el tallo, abrir por la mitad y lavarlas. Restregar con un limón para que no se oxiden. En una olla con aceite echar la cebolla cortada y pochar a fuego lento, después incorporar los ajos picados. Añadir las alcachofas y rehogarlas bien. Retirar el exceso de aceite.
Incorporar el tomate y sofreír el conjunto. Salar, añadir el vino y un poco de agua pero que no llegue a cubrir las alcachofas totalmente. Dejar cocer aproximadamente una hora hasta que queden blandas (si durante este proceso se quedan sin líquido, añadir algo más de vino y agua); durante la cocción, regar con el caldo que va quedando para que no se sequen.
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